Una pedagogía constructivista que no riñe con las pautas

Afortunadamente, en varios ambientes escolares, la educación hace rato dejó de ser lo que solía ser: una apuesta por el traspaso de conocimientos de un adulto mayor que sabía a un niño o joven que debía saber. Desde que se entendió la capacidad de los niños para construir conocimiento, es claro que el centro del aprendizaje es el estudiante y no el maestro y que un aprendizaje ideal es aquel que desarrolla habilidades para comprender y resolver problemas de toda índole.

A esa capacidad de construir conocimiento, la conocemos en el campo de la educación como constructivismo y gracias a un gran desarrollo teórico práctico en la pedagogía, las teorías constructivistas en la educación trajeron consigo toda una serie de reflexiones, metodologías y didáctica, que es lo que nos permite hoy por hoy, a los maestros, tener una gran variedad de formas de motivar la búsqueda de conocimiento y la construcción de posibilidades alrededor de todo tipo de desafíos intelectuales, físicos y emocionales.

Entendiendo las ventajas de la pedagogía constructivista que, entre otras cosas, posibilita conversaciones poderosas entre estudiantes y entre estos y los adultos, no podemos olvidar que el constructivismo no se opone a las pautas precisamente porque para construir son necesarios los cimientos. Se construye siempre sobre algo y ese algo está “en poder” de quien tiene la experiencia o el conocimiento previo. Por esto es que dentro del ciclo del aprendizaje de nuestros estudiantes siempre hay un momento de indagación: para averiguar en las fuentes de consulta qué se ha estudiado sobre algo o quién sabe lo que yo no sé.

Toda esta explicación de nuestro quehacer pedagógico para llegar a un recordatorio muy importante: los adultos de la comunidad educativa seguimos siendo los responsables por niños, niñas y jóvenes; todos los adultos, no sólo los profesores. Y, si bien, todos debemos entender que cada uno de los estudiantes es capaz de construir conocimiento  y aprendizajes en todas las dimensiones de su ser, sigue siendo nuestra responsabilidad brindar pautas claras que faciliten su desarrollo individual y les permitan convivir con otros, de manera armónica y respetuosa, sobre todo, cuando ese otro no se parece a mí. No nos debe dar miedo brindar las pautas y reforzarlas, pues estas son necesarias y, al contrario de lo que creemos, pedidas a gritos por quienes comienzan a entender que viven con otros. Para ellos, la pauta, el límite siempre será una demostración de afecto.