Entre el verde y el sonido de montañas, comienza nuestra historia. En un tiempo en que los años se contaban por sus lunas, estas montañas fueron el hogar de seres que conectaban con el corazón de la tierra.

Los ríos curiosos que recorrían largas distancias y sus habitantes llevaban las historias desde las altas cumbres hasta el mar. Los peces escuchaban en las noches los cuentos de las aves y los grandes mamíferos que rondaban por aquí. Aprendían los poemas de venados, sonetos de cuzumbos, plegarias de conejos y ratones.

En aquellos tiempos los osos de anteojos bajaban del páramo con los secretos de los frailejones y sus ofrendas de semillas para repartirlas por los prados. Así los insectos, todos conocían lo que pasaba en cada rincón, bastaba para ellos sentarse a escuchar. Aquí cada cuál tenía espacio para contar su canción.

Donde hoy en día queda Tilatá, se reunían los secretos mejor guardados de la montaña, traídos por las truchas desde las lagunas heladas. Los grandes osos gozaban escuchando como los susurros del monte se mezclaban con las historias del agua en boca de las truchas. Junto a las águilas y los halcones, complementaban las historias con sus memorias de antaño, guardadas por sus familias desde tiempos muy lejanos.

Cuándo llegó la gente a esta montaña, con sus fuegos encerrados, sus corotos y sus ocupaciones, la montaña no dejó de cantar. Fueron las aves las encargadas de enterar a la gente de su presencia. Su canto robaba las palabras y en el silencio la gente podía sentir el vibrar del territorio, que tiene su propio ritmo.

Para garantizar que las personas escucharan las aves mandaron a los gallos, que con sus huevos y gallinas se infiltraron en la vida humana y cada mañana, con su canto, nos recuerdan el despertar para escuchar a nuestra montaña.

Ya hace tiempo los osos no bajan por estos pastos, pero las truchas y los insectos siguen contando y cantando los secretos de este lugar. Es así que en silencio te invitamos a escuchar.

Hoy nuestro colegio recuerda a los pobladores originales con nuestras casas, cada casa una familia, todos en el abrazo de nuestras montañas.

Los Gallos de Aramis ponemos nuestra sabiduría que une a los mundos e invita a escuchar.

Las Truchas de Athos ponemos nuestro corazón al servicio del amor como guardianes de las historias del territorio.

Los osos de anteojos de Portos traemos la libertad que nos hizo recorrer las montañas, palpitando Colombia a cada paso.

Juntos custodiamos el secreto mejor guardado de la montaña.

Amalia Satizabal  (Escritora, ilustradora y profesora Arte Preescolar)