Queridos papás,
Los últimos dos días en el campamento han estado llenos de aventuras y actividades muy divertidas. Mientras le escribo esta nota, sus hijos están en sus cabañas alistando la ropa sucia para poder hacer lavandería esta tarde. Me encantaría que pudieran verlos en situaciones como este que parecen tan triviales, pero que en realidad están llenas de aprendizajes muy valiosos para la vida. Que vieran cómo empiezan a hacerse cargo de sus cosas, a manejar el tiempo entendiendo que su puntualidad no sólo tiene un impacto en la duración de las actividades más divertidas, sino que también es un acto de respeto hacia los demás. Que ayudar a poner la mesa, comer juntos, y encargarse de recoger y dejar todo limpio, hace parte de construir comunidad y aprender a convivir con otros.
Hay lecciones importantes en tener que convivir 24/7 con sus amigos y compañeros porque ya no sólo comparten un salón de clase en el que pasan 8 horas del día, sino que comparten una cabaña en la que todos tienen que poner de su parte para que la convivencia sea sana y agradable. Que el desorden de uno, es el desorden de todos y que si en cambio cada uno hace un esfuerzo por mantener sus pertenencias en su lugar, podrán disfrutar más del espacio que comparten. A fin de cuentas, son las pequeñas acciones cotidianas las que realmente nos van permitiendo construir la mejor versión de cada uno, y es a través de la convivencia con otros que podemos entender cómo contribuir positivamente al fortalecimiento de nuestra comunidad.
Es evidente que esta experiencia está siendo desafiante y retadora para muchos; el estar lejos de casa, el tener que tolerar los mosquitos que están alborotados y que nos persiguen todo el día, el tener que recibir instrucciones y comunicarnos todo el día en inglés, y también el esfuerzo físico que todas las actividades requieren. Pero también es evidente que cada día van aprendiendo a manejar las situaciones con más seguridad en sí mismos, confiando en sus habilidades y apoyándose en los demás. Tengo la certeza de que aunque ellos aún no se dan cuenta de todo, hay una sensación general de gratificación y de orgullo por lo que están logrando.
Ayer estuvimos escalando y fue bonito ver cómo cada uno asumió su reto personal. Para unos la meta era llegar hasta la cima, para otros el reto estaba en asegurar a sus compañeros sin dejar caer la cuerda, y para otros fue suficiente con ponerse el arnés y dar unos cuantos pasos en la pared. En todos los casos, fue conmovedor verlos apoyarse los unos a los otros, y darse consejos para que todos lograran ir un poco más allá de lo que se creían capaces de hacer.
También tuvimos nuestra primera clase de canoa y fue un momento muy importante pues como saben, todo eso cuenta como preparación para nuestra gran aventura del canoe trip. Aunque al principio parecía que estuviéramos en un juego de canoas chaconas, poco a poco le fueron comiendo el tiro y pudieron entender mejor cómo darle dirección a su bote y cómo trabajar juntos para poder ir en línea recta.
Esta mañana estuvimos explorando el humedal. Lo que comenzó como un acercamiento casi tímido a los arbustos y el agua, terminó siendo casi una fiesta de piscina en la que muchos se lanzaban al agua para poder coger ranas, llenar sus botas de agua y barro y simplemente gozar de ser niños y estar sucios de pies a cabeza.
Hace un rato estuvimos montando en la voyager canoe (que es una canoa gigante en la que cabemos todos) y remamos hasta un mirador desde el que se puede ver el campamento desde lejos y parte de Algonquin Park que es este parque tan hermoso en el que estamos. Después llegamos a nadar al lago porque está haciendo muchísimo calor entonces hay que aprovechar cada oportunidad para refrescarnos en el agua helada.
Les mando un abrazo grande,
Juliana