Estoy centrado en el presente y no en el pasado o el futuro.
Cuido de mi cuerpo y de mi salud (hago ejercicio, me alimento de manera sana).
Hago contacto con mi mundo interno o con cualquier concepción que tenga de lo trascendente, a través de prácticas como la oración, la meditación, el contacto con la naturaleza, el mindfulness, la lectura, la reflexión, la música o el arte, entre otros.
Me doy cuenta cuando he cometido un error y soy capaz de ofrecer disculpas y de repararlo.
Soy capaz de darme cuenta de mis emociones, de mis pensamientos y de mis creencias, sin juzgar.
Utilizo la adversidad como una oportunidad para fortalecerme y para ser una mejor persona.